
liberacion de calamidades
Liberación de Calamidades
De acuerdo con las enseñanzas de los profetas, las enfermedades y otras formas de calamidad resultan de la desobediencia a los divinos mandamientos. Aun los desastres debidos a las inundaciones, huracanes y terremotos son atribuidos por 'Ab-du'l-Bahá indirectamente a esa causa.
El sufrimiento que proviene del error no es vindicativo, sino que sirve de educación y remedio. Es la voz de Dios que le recuerda al hombre que se ha desviado del camino recto. Si el sufrimiento es terrible, es porque el peligro de pecar es aún más grande, pues "el pago del pecado es la muerte".
Así como la calamidad es el resultado de la desobediencia, la liberación de la calamidad sólo puede obtenerse por la obediencia. En esto no existe azar ni duda. Alejarse de Dios trae inevitablemente desastres. Acercarse a Él trae inevitablemente bendiciones.
Como la humanidad toda es un solo organismo, de este modo el bienestar de cada individuo no depende únicamente de su propia conducta, sino también de la de su vecino. Si él comete faltas, todos sufren en mayor o menor grado; si uno hace bien, todos se benefician. Cada cual, hasta cierto punto, tiene que llevar la carga de su prójimo, y los mejores de los hombres son los que llevan la mayor carga. Los santos siempre sufrieron mucho; los profetas sufrieron en extremo. Bahá'u'lláh dice en el Libro de Íqán: "Sin duda has sido informado de las tribulaciones, la pobreza, los males y la degradación que han sobrevenido a cada profeta de Dios y Sus compañeros. Debes de haber oído cómo las cabezas de Sus seguidores eran enviadas a diferentes ciudades en calidad de presentes".93
Esto no quiere decir que los santos y los Profetas hayan merecido mayor castigo que los demás hombres. Por el contrario, ellos frecuentemente sufren por los pecados de otros y eligen sufrir para el bien de los demás. Su interés es el bienestar del mundo, no el de sí mismos. La oración del que en verdad ama a la humanidad no es para que él, individualmente, se libre de la pobreza, la enfermedad o el desastre, sino para que la humanidad se salve de la ignorancia y el error y de los males que de ellos provienen inevitablemente. Si desea salud y riquezas para sí mismo, es para poder servir al Reino, y si la salud física y el bienestar material le son negados, acepta su suerte con "radiante aquiescencia", sabiendo muy bien que hay una verdadera sabiduría en todo lo que le ocurre en el sendero de Dios.
'Abdu'l-Bahá dice:
La pena y la desgracia no nos vienen por casualidad; la Divina Merced nos la envía para nuestro perfeccionamiento. Cuando vienen la pena y la desgracia, el hombre recuerda a su Padre que está en el Cielo, Quien lo puede librar de estas humillaciones. Cuanto más castigado es un hombre, más grande es la cosecha de virtudes espirituales manifestadas por él.94
A primera vista parecerá una injusticia que los inocentes sufran por los culpables, pero 'Abdu'l-Bahá nos asegura que la injusticia es sólo aparente y que, en el transcurso del tiempo, la perfecta justicia prevalece. Él escribe:
En cuanto a los niños y los débiles que sufren en las manos de sus opresores... para esas almas hay una recompensa en otro mundo... y ese sufrimiento es la más grande merced de Dios. En verdad que la merced del Señor es mucho mejor que todas las comodidades de este mundo y el crecimiento y desarrollo correspondientes a este lugar de mortalidad.95