
HISTORIAS DE CANARIAS EL CORREDERA 8
Juan García Suárez "El Corredera" Condenado a Garrote Vil Capitulo - VIII En una Guía Histórico Cultural de Telde (edición impresa de 1996), se escribió un hermoso y verdadero articulo sobre la vida de éste personaje. .. Estaba inspirado en la caridad, en la unión entre todos, en el amor a sus semejantes. Los presentes estabamos conociendo de cerca de un gran hombre. Unos lloraron; otros, sollozaron y los demás miraban emocionados al “Corredera”. Pasaba el tiempo y Alfonso Gómez Serrano, el Capellán de la Cárcel, insinuó a Juan que quería hablar a solas con él. Después de comunicarselo al Obispo, salieron todos de la capilla y se fueron a la sala donde estaba el Juez, el Jefe de la Guardia Civil, el Secretario de la Causa, el Director de la Prisión (en funciones), que era el administrador D, Ramón López Moya, y otros funcionarios. . El automóvil aparcó y se comprobó que era la ambulancia municipal. De ella bajó un hombre con uniforme azul. En su interior traía un sencillo ataúd, pintado de color marrón oscuro. Terminada la confesión, el Capellán se dirigió al Obispo: - ¿Podemos rezar el rosario?. - Mejor sea durante la Misa. - Señor Obispo, yo creo que es preferible ahora, porque de esa forma mantendremos más entretenido a Juan. - Me parece muy bien. Se decidió, pues, rezar el rosario, a cuyo acto asistieron casi todos los que estaban en la sala. Mientras esto ocurría, fueron llamados dos funcionarios para que se acercaran a la ambulancia y ayudaran a bajar el ataúd. La caja fue introducida en el recinto y llevada al lugar opuesto al que había elegido el verdugo, Bernardo Sánchez Bascullana, para instalar el garrote. No había acabado aún el Rosario, cuando entró el Sargento de la Guardia Civil, con la cara desencajada. - ¡Por favor!, distraigan al hermano de Juan, porque el verdugo tiene que pasar para preparar el aparato. - No se preocupe, que pase rápido y vaya más allá. El Sargento de la Guardia Civil, conocido por Juanito, era de Telde y amigo de Juan, desde la infancia. Denotó gran excitación durante toda la noche y tenía los ojos hinchados y llorosos. Durante el transcurso de la Misa, el Obispo, con voz quebrada por la emoción, dijo: “Querido Juan, ¿Jesucristo tampoco quiso morir en una cama; a él lo azotaron,…! Y, sin embargo, supo perdonar a todos sus enemigos!". El Obispo seguía hablando, mientras sus lagrimas corrían por sus mejillas. - Y tu, ¡querido amigo!, también has sabido perdonar a todos tus enemigos y tener un corazón muy grande y la suerte de conocer tu hora, de estar muy pronto junto a tu madre. ¡Ojalá, pudiéramos tener todos esa dicha!. Terminada la Misa, Juan, nos acercábamos (indica el autor), ineludiblemente, al terrible momento. Juan se colocó en la antesala y aún tuvo tiempo de echar una ojeada a lo poco que le quedaba. Aún así y, totalmente lúcido, pudo decir al Obispo y a los presentes: - Me han considerado dirigente de masas y, sin embargo, lo único que he sido es un desgraciado. Juan García Suárez, estaba de pié en la antesala. Eran más o menos las 6 de la mañana. El Juez Massanet, avisó que a Antonio, para que pasara a despedirse de su hermano Juan. Entró, y Juan captó enseguida lo que ocurría. - Antonio, portate bien, no te olvides de todos los encargos, no bebas y cuida de la familia. Sabes que la pelota de goma, que me sirvió para que entrara en juego la mano mala, se la das a “Kimbo”, el boxeador, que fue el que me la regaló. La otra pelota, D. Conrado, se la doy al funcionario que usted sabe. De las jaulas que tengo, una se la das a tía Lola; y busca un calandria para la otra y se lo traes a D. Conrado, que siempre se portó muy bien conmigo. Y así continuó repartiendo sus escasos bienes, pero de un valor sentimental incalculable. Empezó a sacar todo de sus bolsillos y le dijo a Antonio: “para que veas que tu hermano se acuerda de ti: toma la fosforera, la pipa, y el pañuelo y la chaqueta…y mirando para sus pies, añadió: quítate esos zapatos, yo te doy estos que están nuevos; es una pena que sólo sirva para una caja de muerto”. Seguidamente, y tras seguir inmóvil con su mirada, los pasos de Antonio que ya tenía que marchar, el cual no miró hacia atrás, Juan procedió con los agradecimientos a todos los allí presentes, incluido su abogado. “El Corredera”, salió de la capilla y se dirigió por el pasillo de las oficinas hacia el Cuerpo de la Guardia Civil y, al llegar a éste, saludó con la mano a los guardias que se encontraban allí. Algunos profundamente apenados, se escondían para no cruzarse con la mirada sonriente de Juan. Mientras, el Sargento Juanito, lloraba amargamente detrás de una puerta y no tuvo fuerzas para asomarse y despedir a su paisano y amigo. Al llegar a la esquina de pasillo, se detuvo el cortejo y alguien dijo: - Faltan las esposas!. - Sí, manifestó Juan, pónganme las esposas porque yo he leído que cuando a uno le aprietan el cuello, se echa manos para impedirlo. Un funcionario procedió a colocárselas. El verdugo aún no había terminado de preparar el aparato. Aunque segundos después, tuvo que pasar, con la mirada baja, junto a su víctima, portando el maletín que contenía el terrible garrote Llegados al patíbulo, Juan García se hallaba de pié, erguido, con el pecho hacia fuera, y la constante sonrisa en sus labios. Cuando se acercaban al lugar de la ejecución, el funcionario Antonio Caro, se desmayó, mientras los demás, lentamente, siguieron el camino. Poco después, se invitó a Juan para que tomara asiento en la banqueta, y él, volviéndose para el capellán, dijo: - ¡Un momento, aún falta una cosa!. ¡Yo he perdonado a todos y he pedido perdón!. ¡Me falta perdonar al que me aprieta! Y dirigió su mirada hacer Bernardo, el verdugo de Sevilla. Mine coins - make money: http://bit.ly/money_cryptoMine coins - make money: http://bit.ly/money_crypto
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